viernes, 10 de abril de 2015

Sala de Espera

En los últimos meses tuve la oportunidad de conocer la sala de espera de tres consultorios de médicos particulares distintos. ¡Tranquilos! Hierba mala nunca muere: No se preocupen, no hay nada grave. En todos los casos han sido temas de seguimiento para mi familia o un servidor. Sin embargo, hay una coincidencia increíble en estas tres ocasiones: el tiempo de espera fue al menos una hora. Y digo increíble porque es un servicio caro si consideramos el costo por hora de servicio, y no es como que el galeno se vaya a ofrecer a darme un descuento por su impuntualidad, ¿o sí?

Ya sé que algunos de ustedes están pensando: “el doctor venía retrasado por alguna operación que se complicó”, o “seguramente tuvo que atender una emergencia”, o cualquier otro buen motivo de alto valor humano, médico y altruista. Pues resulta que en estos tres casos no fue así. En uno de ellos estábamos varios pacientes en línea (en cola pues, para que me entiendan), dos antes de mí, mientras el doctor consultaba alegremente y la recepcionista navegaba en You Tube. Otros pacientes fueron llegando puntuales a su cita, mismos que se quedaron sentaditos viéndome con cara de envidia cuando por fin me tocó pasar, sin saber que ya me había recetado completita la revista del corazón de Julio de 2014, incluida la publicidad. ¿Sabías que esas revistas se pueden leer en una hora o menos? En fin. En otro caso, el doctor venía de su casa. Lo supe porque, además de que yo tenía la primera cita y el caballero venía oliendo todavía a recién bañado con Zest, tuvo a bien hablarle a su esposa durante mi consulta para preguntarle si había dejado cierto instrumental al salir. La tercera (doctora), por la naturaleza de su especialidad, tiene la “habilidad” de atender varios pacientes simultáneamente. Y lo digo así, porque cuando por fin le toca a uno pasar andas de un lado a otro lentamente como miembro de cofradía en la Procesión del Silencio: Entras a un consultorio y una asistente te toma tus datos, de ahí vas a una sala y una enfermera te prepara, entonces te obsequian sin cargo adicional (sería el colmo) unos minutos eternos para reflexionar, mismos que son interrumpidos cuando llega la doctora y te revisa mientras cuenta un chistorete (que para ese momento, cuando tu mañana ya se fue por la borda, te sabe a limón agrio en michelada), sale la doctora, más minutos de autocontemplación, regresa la enfermera a cerrar el procedimiento, regresas al consultorio, tercera ronda de minutos de meditación personal, llega la doctora a dar su veredicto (perdón, su diagnóstico), escribe la receta, y cierras triunfalmente en la recepción con una chica sonriente que te cobra como si hubieras roto algún instrumental o equipo de alta tecnología.

Y como soy un hombre curioso, después de estas experiencias, me pregunto: ¿Será que el doctor sabe lo que sucede afuera de su consultorio? Puede ser que no se dé cuenta, y que su asistente o recepcionista sea la presunta culpable. ¿No podría ella hacer una llamada de cortesía? Sencillita, sin complicaciones ni mayores explicaciones: “Señor, por causas de fuerza mayor las citas se han retrasado una hora. Agradecemos se presente a las tales horas para ser atendido como se merece” O bien, si no hubo manera de prevenirlo, que en cuanto llegues te avisen: “Señor, el doctor está con retraso de una hora. Lamentamos mucho el inconveniente” ¡Caramba! Gracias. Ya decidiré yo si mientras tanto voy a cargar gasolina, me ocupo de hacer algún encargo, aprovecho para ir al cajero o cualquier otro pendiente que tenga en mi día. Ganamos todos: yo aprovecho mi tiempo, el doctor queda como un caballero y la recepcionista desquita su sueldo en lugar de estar jugando solitario en la PC. Por otro lado, sabemos que la espera en los saturadísimos institutos de Salud Pública es de 3 horas en el mejor de los casos, y no faltará doctor que lea esto y piense “Si no está de acuerdo, váyase al seguro”. Buen argumento, siempre y cuando su consulta fuera gratis, para comparar peras con peras. ¿Será acaso que hay pacientes impuntuales? Eso es una verdad a gritos, sin pensarlo. Pero, ¿por qué tenemos que pagar justos por pecadores? ¿Por qué no recorren la cita del impuntual y dan prioridad a los que llegamos en tiempo? Hasta en la peluquería (ahora estética) lo hacen. He tenido mejor experiencia ahí con el control de citas y la puntualidad que con estos últimos tres consultorios médicos.

Tengo amigos médicos. Todos ellos son ejemplo de civismo, que según la RAE (www.rae.es) se define como: “Comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública.” Tal vez fue sólo mala suerte que los últimos tres que me tocaron reprobaron esta materia en secundaria. Salud.

PD. Si ven un cartel en alguna clínica prohibiéndome el acceso, ya saben por qué. Jejejeje.


De verso en verso

Sala de Espera (con final en tono de ironía)

He perdido ya una hora
y no por cambio de horario,
sino por hacer espera
en silencio y bien sentado.

A mi alrededor descubro
algunos otros incautos
que perdieron sus minutos
y se encuentran resignados.

Ya cuando llega mi turno
me levanto entusiasmado:
Seguro habrá una disculpa
por el retraso causado…

 
La nota musical

Mientras uno está en la sala de espera, muchas cosas pasan por la cabeza. Inclusive vienen a la mente melodías que pensabas olvidadas, de esas con poco contenido y asesinas de neuronas. El problema es que son tan pegajosas  que luego las traes tarareando sin querer por todos lados y uno no sabe como quitárselas de encima. Haz de cuenta:

Doctor psiquiatra: ya no me diga tonterías,
Doctor psiquiatra: quiero vivir mi propia vida,
Doctor psiquiatra: yo no le pagaré la cuenta,
Doctor psiquiatra: ya no me mi, ya no me mi,
ya no mire más las piernas.
No, no, no, no, no, no, no, no estoy loca.

“Doctor Psiquiatra”, Gloria Trevi, Álbum: ¿Qué hago aquí?, 1989

 

Twitter: @gmomtz

 

viernes, 3 de abril de 2015

Reflexiones Primaverales: Los caminos de la vida


Es de todos sabido que la analogía del camino y la vida ha sido ampliamente utilizada por poetas, compositores, conferencistas, locutores, merolicos, padres de adolescentes, Donjuanes y Mirreyes. Yo no quiero quedarme fuera de tan selecto grupo, así es que aquí van mis reflexiones primaverales:

No hay un solo camino. Si bien algunos pueden presumir que partieron del mismo origen, o que llegaron al mismo destino, la realidad es que cada vida es un camino distinto, y la forma como lo recorremos es muy personal: Nadie va por la misma ruta que otra persona. Cada uno lleva su paso, y a lo largo del camino, puede variar, en veces para ir más rápido, en otras para frenar un poco, y algunos inclusive, para hacer una pausa en el camino.

Al inicio de ruta, siendo niños, las posibilidades son infinitas. Cualquier decisión, concesión, triunfo, logro, decepción o fracaso ajusta la ruta. Como padres nos desvivimos por brindar a nuestros hijos la mayor y mejor colección de mapas y guías para el trayecto. Pensamos ingenuamente que así podremos garantizarles el no sufrir, el no llorar, el no esforzarse, el no luchar. Y digo ingenuamente por dos cosas. Primero, por que sin esfuerzo, lucha, llanto y un poco de dolor cuesta trabajo apreciar el camino y las cosas buenas que van apareciendo en el mismo. Segundo, porque todo eso lo  pensamos desde nuestra senda, desde nuestra ruta, desde nuestro mapa. ¡Cómo si no supiéramos que ellos decidirán su ruta y escribirán su propio mapa!

Ya en la juventud, con un poco de gracia y otra cosita (como dice la canción), aprender de los tropiezos sirve para enderezar la brújula, fortalecer la prudencia y forjar el criterio que al final nos ilumina para saber que batallas pelear y cuales no. Aún entonces hay muchos destinos posibles, pero con cada paso, con cada decisión vamos descartando algunos de ellos o descubriendo algunos nuevos. Cuando la vida adulta nos alcanza generalmente estamos ya encarrilados, casi siempre en una senda difícil de abandonar por gusto, comodidad, satisfacción, seguridad, compromisos, etc. Dije generalmente porque conozco algunos “Cuaren-Teens” que aún andan por ahí dilucidando que quieren ser de “grandes”. Hazme el favor.

Andando y andando, los más afortunados (como yo) pueden encontrar a alguien con quien caminar juntos el resto del camino. Lo curioso es que aún caminando de la mano cada uno ve, siente, huele, comprende, respira cosas distintas. Y por eso vale la pena compartirlo, porque el camino se enriquece. No me pidan explicación: es un misterio divino. Andando pues, que la senda no se hace sola. Salud.

PD. Una disculpa por la ausencia de las últimas semanas. La musa dejo la puerta abierta y se metieron los pendientes del trabajo. Ya puso una cerradura adicional que esperemos funcione.


De verso en verso

Líneas clásicas del maestro Machado, cantadas por Joan Manuel Serrat. Lo andado andado está. Lo no andado si lo podemos cambiar.

“Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.”

Antonio Machado, 1875-1939
 

La nota musical

No estamos solos, no vamos solos. Nunca ha sido así ni lo será. Alguien decidió ofrendar su vida para darnos más. En su honor, una de mis melodías favoritas de Mecano:

Colgado de dos palos
y amarrado por los pies y por las manos
me pregunté quien lo pudo hacer
Trepé por la madera
y aparté de tu cara la melena, y te besé
tres palabras rotas escaparon de tus labios:
Tú… tú y yo.

“JC”, Mecano, Álbum: Aidalai, 1991

 

Twitter: @gmomtz


Textos anteriores: http://columnamusicopoetayloco.blogspot.mx/


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Publicado el 03/04/2015 en
www.antenasanluis.mx
 http://antenasanluis.mx/reflexiones-primaverales-los-caminos-de-la-vida/