Ya
sé que algunos de ustedes están pensando: “el doctor venía retrasado por alguna
operación que se complicó”, o “seguramente tuvo que atender una emergencia”, o
cualquier otro buen motivo de alto valor humano, médico y altruista. Pues
resulta que en estos tres casos no fue así. En uno de ellos estábamos varios
pacientes en línea (en cola pues, para que me entiendan), dos antes de mí,
mientras el doctor consultaba alegremente y la recepcionista navegaba en You
Tube. Otros pacientes fueron llegando puntuales a su cita, mismos que se
quedaron sentaditos viéndome con cara de envidia cuando por fin me tocó pasar,
sin saber que ya me había recetado completita la revista del corazón de Julio
de 2014, incluida la publicidad. ¿Sabías que esas revistas se pueden leer en
una hora o menos? En fin. En otro caso, el doctor venía de su casa. Lo supe
porque, además de que yo tenía la primera cita y el caballero venía oliendo
todavía a recién bañado con Zest, tuvo a bien hablarle a su esposa durante mi
consulta para preguntarle si había dejado cierto instrumental al salir. La
tercera (doctora), por la naturaleza de su especialidad, tiene la “habilidad”
de atender varios pacientes simultáneamente. Y lo digo así, porque cuando por
fin le toca a uno pasar andas de un lado a otro lentamente como miembro de
cofradía en la Procesión del Silencio: Entras a un consultorio y una asistente
te toma tus datos, de ahí vas a una sala y una enfermera te prepara, entonces
te obsequian sin cargo adicional (sería el colmo) unos minutos eternos para
reflexionar, mismos que son interrumpidos cuando llega la doctora y te revisa
mientras cuenta un chistorete (que para ese momento, cuando tu mañana ya se fue
por la borda, te sabe a limón agrio en michelada), sale la doctora, más minutos
de autocontemplación, regresa la enfermera a cerrar el procedimiento, regresas
al consultorio, tercera ronda de minutos de meditación personal, llega la
doctora a dar su veredicto (perdón, su diagnóstico), escribe la receta, y
cierras triunfalmente en la recepción con una chica sonriente que te cobra como
si hubieras roto algún instrumental o equipo de alta tecnología.
Y
como soy un hombre curioso, después de estas experiencias, me pregunto: ¿Será
que el doctor sabe lo que sucede afuera de su consultorio? Puede ser que no se
dé cuenta, y que su asistente o recepcionista sea la presunta culpable. ¿No
podría ella hacer una llamada de cortesía? Sencillita, sin complicaciones ni
mayores explicaciones: “Señor, por causas de fuerza mayor las citas se han
retrasado una hora. Agradecemos se presente a las tales horas para ser atendido
como se merece” O bien, si no hubo manera de prevenirlo, que en cuanto llegues
te avisen: “Señor, el doctor está con retraso de una hora. Lamentamos mucho el
inconveniente” ¡Caramba! Gracias. Ya decidiré yo si mientras tanto voy a cargar
gasolina, me ocupo de hacer algún encargo, aprovecho para ir al cajero o
cualquier otro pendiente que tenga en mi día. Ganamos todos: yo aprovecho mi
tiempo, el doctor queda como un caballero y la recepcionista desquita su sueldo
en lugar de estar jugando solitario en la PC. Por otro lado, sabemos que la
espera en los saturadísimos institutos de Salud Pública es de 3 horas en el
mejor de los casos, y no faltará doctor que lea esto y piense “Si no está de
acuerdo, váyase al seguro”. Buen argumento, siempre y cuando su consulta fuera gratis,
para comparar peras con peras. ¿Será acaso que hay pacientes impuntuales? Eso
es una verdad a gritos, sin pensarlo. Pero, ¿por qué tenemos que pagar justos
por pecadores? ¿Por qué no recorren la cita del impuntual y dan prioridad a los
que llegamos en tiempo? Hasta en la peluquería (ahora estética) lo hacen. He
tenido mejor experiencia ahí con el control de citas y la puntualidad que con
estos últimos tres consultorios médicos.
Tengo
amigos médicos. Todos ellos son ejemplo de civismo, que según la RAE (www.rae.es) se define como: “Comportamiento
respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública.” Tal vez fue
sólo mala suerte que los últimos tres que me tocaron reprobaron esta materia en
secundaria. Salud.
PD.
Si ven un cartel en alguna clínica prohibiéndome el acceso, ya saben por qué.
Jejejeje.
De verso en verso
Sala de Espera (con final en
tono de ironía)
He
perdido ya una hora
y
no por cambio de horario,
sino
por hacer espera
en
silencio y bien sentado.
A
mi alrededor descubro
algunos
otros incautos
que
perdieron sus minutos
y
se encuentran resignados.
Ya
cuando llega mi turno
me
levanto entusiasmado:
Seguro
habrá una disculpa
por
el retraso causado…
La nota musical
Mientras
uno está en la sala de espera, muchas cosas pasan por la cabeza. Inclusive
vienen a la mente melodías que pensabas olvidadas, de esas con poco contenido y
asesinas de neuronas. El problema es que son tan pegajosas que luego las traes tarareando sin querer por
todos lados y uno no sabe como quitárselas de encima. Haz de cuenta:
Doctor
psiquiatra: ya no me diga tonterías,
Doctor
psiquiatra: quiero vivir mi propia vida,
Doctor
psiquiatra: yo no le pagaré la cuenta,
Doctor
psiquiatra: ya no me mi, ya no me mi,
ya
no mire más las piernas.
No,
no, no, no, no, no, no, no estoy loca.
“Doctor
Psiquiatra”, Gloria Trevi, Álbum: ¿Qué hago aquí?, 1989
Twitter:
@gmomtz
Textos
anteriores: http://columnamusicopoetayloco.blogspot.mx/