(Extracto de una conversación cibernética con una persona letrada, a diferencia del autor, que es medianamente desordenado y profundamente disertador; y originada en medio de un cisma de una institución en común).
Dear Lady Y (léase por favor con acento tipo Downton Abbey):
Todas las instituciones son imperfectas. Si, todas. El gobierno, la Iglesia, la escuela, el ejército, etc. etc. etc. Inclusive la familia. Todas. Esa imperfección es parte de su ser, es natural e inherente a ellas. Por ello tienen momentos, situaciones o casos de incoherencia e incongruencia. Estos son generados en ocasiones por las personas, a veces por los procesos, otras veces por ambos y las más es un misterio su origen. Son imperfectas porque son humanas. Y por ello mismo, la parte positiva es que las instituciones no son inmutables: pueden cambiar.
La historia nos enseña dos caminos para lograr este cambio: el primero es radical y consiste en lo que los teóricos (y los prácticos) llaman "romper las estructuras" (coloquialmente "partirle la madre al sistema"). Este método es rápido, eficiente en cuanto al cambio, pero con riesgo en el resultado: usualmente da lugar a una nueva estructura que, pronto se convierte en una nueva institución y casi siempre reproduce y amplifica los problemas de la original, dando varios pasos atrás a lo logrado con la estructura anterior (una sola palabra como ejemplo: Venezuela).
El segundo es un cambio lento, continuo y gradual, una evolución. Cierto es que puede desesperar su lentitud (no olvidar que de los dinosaurios al ser humano pasaron varios millones de años), pero es adaptativo y va conservando lo positivo y desechando lo negativo.
Puesto lo anterior, creo firmemente que muchas instituciones deben cambiar: Las más de ellas requieren una reconstrucción desde los cimientos. Creo también que la mejor manera de cambiarlas es desde adentro, como un virus que llega, invade en silencio y crece. Esta manera nos requiere participando, opinando, discordando, acordando, convenciendo, siendo ejemplo en nuestro (mi) metro cuadrado. Este método aplica para todos los casos, inclusive si quieres cambiar a México: o hacemos una revolución y tiramos al abismo 204 años de vida independiente, o nos ponemos a participar asumiendo nuestra responsabilidad como ciudadanos que somos.
La imperfección de algunas instituciones nos duelen más que las de otras: escuela familia, iglesia. Y esto es porque tocan nuestro ser en lo más profundo. Sin embargo, es importante recordar, en todos los casos, que las instituciones son las personas que las forman... Pero TODAS las personas. No podemos juzgar a todo el gobierno por un diputado corrupto, ni a una familia por su "oveja negra", ni al ejército por un zeta desertor.
Soy optimista y rebelde. Siempre lo he sido. Quiero cambiar al mundo, pero sin romper las estructuras. Hay mucha sangre, sudor y lágrimas invertidos en ellas.
Hasta ahí el día de hoy. Buenas noches. Salud.
Yours sincerely. Lord F (leer esta última frase con acento Downton Abbey).
La nota musical:
Antes de cerrar el mes patrio, quiero presentarles esta canción que arranca lágrimas y suspiros a muchos mexicanos que viven en el extranjero. Los más jóvenes deben grabarse en la memoria que NO ES una canción de Luis Miguel (¡el cielo se apiade!). Esta pieza fue compuesta por José Alfonso Ontiveros Carrillo, mejor conocido como Guadalupe Trigo, y grandes intérpretes la han hecho suya en las últimas décadas.
Baila al son;
del tequila y de su valentía
es jinete que arriesga la vida
en un lienzo de fiesta y color.
Es un sol con penache y sarape veteado,
que en las noches se viste de charro,
y se pone a cantarle al amor.
“Mi ciudad”, Guadalupe Trigo (1941-1982)
Twitter: @gmomtz
Dear Lady Y (léase por favor con acento tipo Downton Abbey):
Todas las instituciones son imperfectas. Si, todas. El gobierno, la Iglesia, la escuela, el ejército, etc. etc. etc. Inclusive la familia. Todas. Esa imperfección es parte de su ser, es natural e inherente a ellas. Por ello tienen momentos, situaciones o casos de incoherencia e incongruencia. Estos son generados en ocasiones por las personas, a veces por los procesos, otras veces por ambos y las más es un misterio su origen. Son imperfectas porque son humanas. Y por ello mismo, la parte positiva es que las instituciones no son inmutables: pueden cambiar.
La historia nos enseña dos caminos para lograr este cambio: el primero es radical y consiste en lo que los teóricos (y los prácticos) llaman "romper las estructuras" (coloquialmente "partirle la madre al sistema"). Este método es rápido, eficiente en cuanto al cambio, pero con riesgo en el resultado: usualmente da lugar a una nueva estructura que, pronto se convierte en una nueva institución y casi siempre reproduce y amplifica los problemas de la original, dando varios pasos atrás a lo logrado con la estructura anterior (una sola palabra como ejemplo: Venezuela).
El segundo es un cambio lento, continuo y gradual, una evolución. Cierto es que puede desesperar su lentitud (no olvidar que de los dinosaurios al ser humano pasaron varios millones de años), pero es adaptativo y va conservando lo positivo y desechando lo negativo.
Puesto lo anterior, creo firmemente que muchas instituciones deben cambiar: Las más de ellas requieren una reconstrucción desde los cimientos. Creo también que la mejor manera de cambiarlas es desde adentro, como un virus que llega, invade en silencio y crece. Esta manera nos requiere participando, opinando, discordando, acordando, convenciendo, siendo ejemplo en nuestro (mi) metro cuadrado. Este método aplica para todos los casos, inclusive si quieres cambiar a México: o hacemos una revolución y tiramos al abismo 204 años de vida independiente, o nos ponemos a participar asumiendo nuestra responsabilidad como ciudadanos que somos.
La imperfección de algunas instituciones nos duelen más que las de otras: escuela familia, iglesia. Y esto es porque tocan nuestro ser en lo más profundo. Sin embargo, es importante recordar, en todos los casos, que las instituciones son las personas que las forman... Pero TODAS las personas. No podemos juzgar a todo el gobierno por un diputado corrupto, ni a una familia por su "oveja negra", ni al ejército por un zeta desertor.
Soy optimista y rebelde. Siempre lo he sido. Quiero cambiar al mundo, pero sin romper las estructuras. Hay mucha sangre, sudor y lágrimas invertidos en ellas.
Hasta ahí el día de hoy. Buenas noches. Salud.
Yours sincerely. Lord F (leer esta última frase con acento Downton Abbey).
La nota musical:
Antes de cerrar el mes patrio, quiero presentarles esta canción que arranca lágrimas y suspiros a muchos mexicanos que viven en el extranjero. Los más jóvenes deben grabarse en la memoria que NO ES una canción de Luis Miguel (¡el cielo se apiade!). Esta pieza fue compuesta por José Alfonso Ontiveros Carrillo, mejor conocido como Guadalupe Trigo, y grandes intérpretes la han hecho suya en las últimas décadas.
Baila al son;
del tequila y de su valentía
es jinete que arriesga la vida
en un lienzo de fiesta y color.
Es un sol con penache y sarape veteado,
que en las noches se viste de charro,
y se pone a cantarle al amor.
“Mi ciudad”, Guadalupe Trigo (1941-1982)
Twitter: @gmomtz
Publicado el 24/09/2014 en www.antenasanluis.mx
http://antenasanluis.mx/sobre-la-imperfeccion-de-las-instituciones/